Thursday, May 19, 2011

Tres

Capítulo Tres


En los meses siguientes, cosas empezaron a mejorar. Por ejemplo, mi hermana y yo comenzamos asistir clases. El lado negativo de esta situación es que mi hermano menor tenía que acompañar a Mamá a sus trabajos y a sus jefas no le gustaba esto.
Una noche, muy tarde en un fin de semana, encontré a Mamá llorando en el baño. Cuando le pregunté lo que había pasado, no quiso decirme. La abracé y le dije que de todos modos la ayudaría y finalmente me dijo.
La verdad era que sus trabajos no eran como se había imaginado. Me dijo que cuando no podía entender lo que quería sus jefas, le gritaban y la trataban como era idiota.
—Ay, Mamá, —le dije—. Eso no eso justo nada. Debes dejar el trabajo.
—Pancho, tienes mucho para aprender, —dijo Mamá—. Esto es como los Estadounidenses tratan a los inmigrantes. A ellos les parecemos estúpidos, incultos, y despreciables.
—Pues, están equivocados. No somos así.
—Yo ya lo sé Pancho, pero a ellos no les importa lo que sabemos nosotros. Ellos tienen la autoridad.
Miré el piso y no dije nada por unos minutos. Estaba pensando en lo que a mí me había dicho mi Mamá. Sabía que mi mamá no me mentiría, pero era tan difícil creer.
—Lo voy a cambiar. —Dije finalmente—. Voy a tener la autoridad.
—Estoy tan orgullosa de ti, Pancho, —Dijo ella.
Y después se fue a su cuarto para dormir.
Yo no pude dormir. Me quedé despierto por toda la noche, estudiando mis libros de Inglés.

El día siguiente cuando estuvimos desayunando, le dije un frase a mi familia en Inglés.
—¿Pass the eggs please? —Pregunté. La única persona que me entendió fue Julia, y me pasó los huevos revueltos.
—Tu acento no vale nada, —dijo Julia. Ella repitió la frase con un acento casi perfecto.
—Julia, —dijo Mamá, sorprendida—. ¿Como aprendiste hablar así?
—Mi escuela tiene buenas clases para los inmigrantes aprender Inglés. A mi maestro le importa mucho los acentos.
—Julia, —le dije yo—. ¿Me puedes enseñar eso acento?
—Por cinco dólares, —Me contestó.
—¿Para que necesitas cinco dólares?
Ella se encogió de hombros y rió. Sonreí yo y seguí comiendo.
Estuve un poco desilusionado porque yo había estado estudiando Inglés casi cada momento de cada día y mi hermana de diez años sabía más que yo. Traté de olvidarlo y culpar el colegio por no tener clases para los inmigrantes, pero no me podía yo convencer.
Ese día, no hice caso en ninguna de mis clases. Solo leí los libros que encontré en la biblioteca de Inglés. Estudié como conjugar los verbos y como decir frases sencillas como la fecha, la hora, y las sensaciónes. Se enojaron mis maestros que no les hice caso, pero a mí no me importaba. Sin embargo, una maestra me gritó en Inglés pero solo entendí tres o cuatro palabras. Creí que me hablaba de la falta de respeto pero no pude estar seguro.
—I’m sorry, —dije en mi acento insoportable y quité los libros de la mesa. Creía que a ninguno de mis maestros les gustaba yo, pero sabía que cuando aprendiera Inglés, todo cambiaría.

Cuando terminó el día, fui a la escuela de mi hermana para llevarla. Había muchos niños gritando y jugando pero no Julia. Busqué por todo el patio pero no la encontré. Me estuve empezando a preocupar cuando una maestra me llamó a mí.
Me dijo algo que no entendí en Inglés, pero entendí que hablaba de mi hermana.
—¿Qué le pasó? —Pregunté—. Perdón….I do not understand.
Me siguió hablando pero mas despacio. Todavía entendí muy poco pero finalmente me hizo una seña con la mano. La seguí y me trajo a un baño de las chicas. En este momento, me estuve preguntando lo que pasaba. No tenía sentido.
La maestra entró el baño y me hizo otra seña para que la siguiera yo. Entré el baño también y oí una niña llorando. ¿Es la Julia? Me pregunté, caminando a la puerta del baño. Toqué la puerta suavemente y la niña no dijo nada. La toqué de nuevo y más fuerte.
—¿Quién eres? —Dijo la chica. De verdad era mi hermana. Estuvo llorando en un baño, solita. ¿Debo preguntarle lo que ha pasado, o decirle que es la hora regresar a casa? Me pregunté.
—¿Todo va bien? —Le pregunté.
—No, para nada —Me contestó—. Déjame en paz.
—Yo no te voy a dejar. Tienes que volver a casa antes de que regrese Mamá.
—¿Y qué pasa si no?
—Me mata ella. ¿Quieres que me muera?
—No.
—Pues, dime lo que pasó.
Ella abrió la puerta del baño y me miró con los ojos llenos de lagrimas. Sentía pena por esta niña triste, pero todavía no me había dicho lo que pasó. Normalmente ella no era una niña dramática. Me preocupó y me hizo triste.
—Los otros niños se burlaron de mí, —me dijo, empezando a llorar de nuevo.
¿Qué diablos? Pensé. ¿De que habla ella?
—¿Eso es todo? —Le pregunté.
—Pues, casi. Se burlaron de mí porque traté de decir algo en Inglés porque estuve con los gringos y…supongo que dije algo incorrecto porque se echaron a reír sin decir nada. Y por el resto del día se burlaron de mí y me dijeron la cosa incorrecto cada vez que me miraron.
—¡Qué horrible! ¿Y nadie te ayudó?
—No.
—Pues, vámonos. Vamos a decir eso a tu maestra que está por allí. ¿Crees que podrías traducir lo que quiero decirle?
—Puedo tratar…
Julia dejó de llorar y me siguió a la maestra.
—OK Julia, —dijo—. Dile que los otros estudiantes te hicieron cosas malas hasta que lloraste tú.
Esperé mientras ella trataba de traducir lo que había dicho.
—También dile que no es aceptable que nadie hizo nada para poner fin a lo que hacían, —dije.
Esperé otra vez. Me parecía que a la maestra no le gustaba lo que estaba haciendo. Me parecía que quería tener razón en cada situación. Eso a mí no me importaba. Me hermanita estaba llorando y nadie había hecho nada. Si habría necesitado pegar a los hijos yo mismo, yo lo habría hecho.
La maestra dijo algo a mi hermana y después me miró a mí.
—Ella dice que no sabía nada, —dijo Julia—. También dice que no es necesario hablarle así porque va a ayudarnos.
—No hablaba maleducadamente. Debe de ser porque nosotros no hablamos bien Inglés, —dije yo.
—Quizá, —me respondió.
—Dile.
Le hablé en Inglés otra vez y la maestra le contestó. En este momento, tuve vergüenza por tener una hermanita traduciendo lo que le decía a una adulta para mí. Miré al piso hasta que terminaron y Julia me dijo de lo que hablaron.
—Me dijo que no va a pasar de nuevo….creo, —dijo Julia—. No estoy segura. No entendí mucho.
—Pues, vámonos, —dije. Miré a la maestra y le dije: —Thank you for your help,— en mi acento imposible. Todavía sentía tanta pena por Julia. Por lo que hicieron los hijos, por tener problemas con Inglés pero más que nada por tener un hermano que no hablaba Inglés suficiente para ayudarla. Fue un desastre. Fui yo un desastre. Sentía como nunca iba a mejorar nada. Me sentía inútil.
Cuando regresamos a la casa Julia hizo su tarea y yo estudié Inglés. Había estudiado frases incontable pero el libro decía que la mejor manera aprender Inglés era practicar. La verdad era que no podía practicar porque solo tenía una amiga.
El sábado yo llamé a mi amiga Evangelina para invitarle salir. Aceptó y fui a su casa para encontrarme con ella. Ella vivía muy lejos y por eso tuve que tomar dos buses para llegar a su casa.
Hasta este momente, nunca había visto su casa. Vivía en un barrio lleno de casas grandes y bien cuidadas. Cuándo finalmente vi su casa, me asombró. Era grande y bien cuidada como todas las otras. El césped era perfecto y las ventanas eran limpísimas. Hasta que había visto su casa, Evangelina a mí no me había parecido ser la tipa de chica que viviría en un barrio así.
Subí las escaleras y toqué la puerta. Me sentía un poco nervioso. Una mujer de mediana edad la abrió.
—Hola, —dijo—. ¿Lo puedo ayudar?
—Soy Pancho, —le respondí—. Un amigo de la Evangelina.
—Ay, sí. Me dijiste que venías tú. Entra.
Entré la casa y seguí a la mujer hasta la sala. Me invitó sentarme y se fue por Evangelina. Miré a la sala que también a mí me asombró. Solo había visto cosas así en la televisión.
De repente, Evangelina entró la sala.
—¿Qué tal, Pancho? —me preguntó—. ¿Te encuentras bien?
—Sí, sí, —dije—. ¿Y tú?
—Sí. Me sorprendiste cuando me llamaste. Pensaba que ibas a buscar trabajo hoy.
—Sí, pero mi mamá me dijo que en este momento no necesito trabajo porque tenemos dinero suficiente.
—¿No quieres extra para comprar algo que quieres tú como un carro o un móvil?
—¿Para que me serviría un móvil?
—Para llamar a tus amigos cuando no estés cerca de una cabina.
—No tengo ningunas ganas de hacer eso. Tú tienes un móvil, ¿no?
—Sí, tengo.
—Pues, no creo que haya razones reales para tener un móvil. En Guadalajara nadie tenía móviles y todos los niños eran más o menos seguros y todos los adultos usaban teléfonos normales cuando los necesitaran. No había ninguna problema.
—Pues en Los Estados Unidos todo el mundo tiene un móvil. Y nadie cree que son inútiles.
—Supongo que soy diferente.
—Cambiarás para asimilar.
—No, no creo que vaya yo a asimilar.
—Cree lo que quieres.

Nos fuimos de su casa y caminamos hacia la pasada del bús. Esperamos el bús numero 15 que nos llevó al centro.
El centro de Oakland era un lugar que le dio miedo a Evangelina. Ella nunca quería ir al centro cuando estuviera sola, pero conmigo supuestamente se sentía seguro. Esto no era un sentimiento lógico porque si conociéramos a un asesino o algo así, no había tanto que pudiera yo hacer. De hecho, creo que ella podría defenderse mejor que yo podría protegerla.
Fuimos a un restaurante de los sándwiches italianos. Este fue una idea mía porque había oído que este restaurante no cobraba demasiado. El restaurante estaba lleno de los gringos que nos dieron la mirada asesina. No entendí porque a los gringos no les gustábamos nosotros pero traté de no preocuparme.
Nos sentamos en una mesa atrás y Evangelina me dio a mirada asesina también.
—¿Mande? —Pregunté.
—¿Por qué no me dijiste que este fuera un restaurante de los gringos? —Me preguntó.
—¿Qué dices? No sabía. ¿Y por qué te importa? Los gringos no nos van a molestar.
—¡Míralos!
Los miré y me di cuente que ella tuvo razón. No nos pueden dejar de mirar con la mirada asesina. Pensé por algunos minutos y me levanté. Caminé a una mesa donde un gringo muy gordo estuvo sentado.
—Excuse me, —le dije—. ¿Will you allow that I take this salt?
Me miró por unos segundos y después, sin decir nada me dio la sal. La traje de vuelta a la mesa y miré a Evangelina.
—¿Qué hiciste? —Me pregunté—. ¿Para que nos sirve esta sal?
—Pues, para nada, —le contestó—. Pero, lo que no entiendes es que la idea es mostrarles que no tenemos miedo de ellos.
—Ay, ya entiendo. ¿Crees que surtió efecto?
—Un poco. Solo algunas personas nos miran ahora.
Y después, pudimos almorzar en paz y hablar de las problemas que me sentía que estaba teniendo. Hablamos de mis problemas de aprender Inglés y lo que le pasó a mi hermana.
—Tu Inglés está mejorando, —me dijo—. Te oí y fue mejor.
—¿Me dices la verdad? —le pregunté— A mí no me parece mejor.
—Pues, es mejor. No lo puedes ver pero es mejor. Es como cuando crece el pelo. No lo puedes notar, pero crece.
—Ay, entiendo. Pues, muy bien. Seguiré estudiando.

Terminamos nuestro almuerzo y nos fuimos para el bús. Cuando llegué en casa me sentía mejor, pero también estuve pensando en lo que dijo Evangelina de asimilación. ¿Sería mejor ser como los Estadounidenses? ¿Sería yo inferior si no asimilara? Pensaba en esto mientras estudiaba Inglés.
Al fin decidí que necesitaba ser más como Evangelina pero no como los gringos. La verdad era que yo ya no vivía en México. Extrañaba Guadalajara pero mi nueva vida tenía lugar en Los Estados Unidos.

El día siguiente, esperé mi hermana en la sala por la mañana. Mamá estuvo en trabajo y quería hablar de lo que pasó el otro día con la maestra. Estudié Inglés hasta que se despertó y se sentó en la sofá.
—Buenos días, —le saludé.
—Hola, —me dijo.
—Oye, quiero hablarte de lo que pasó el otro día.
—¿En la escuela?
—Sí. Me siento mal porque no pude hablar a tu maestra como debí haber hecho.
—No es nada, Pancho, no te preocupes. Todos nos equivocamos.
—Sí pero es mi obligación cuidarte. Pero estoy aprendiendo mucho Inglés. Estudio cada noche. Te prometo que cuando pueda hablar muy bien, iré a tu escuela para solucionar esta problema.
—Muchas gracias, Pancho. Lo agradezco. ¿Cuándo crees que podrás hablar lo suficientemente?
Sonreí. —Déjame estudiar por algunos días más y te diré.
Ella se fue para jugar y me sentía mucho mejor porque ya tenía la confianza que pudiera ayudarla. Me di cuenta de que mi Inglés mejoraría y tendría éxito. Tenía esperanza.

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